En 2009, se lanzó la primera criptomoneda descentralizada con éxito. En 2021, se subastó una obra de arte digital por valor de 69 millones de dólares. Dos acontecimientos históricos con 12 años de diferencia.
La aceptación de la criptomoneda por parte de la casa de subastas para la compra de la obra de arte no fue sólo un gesto simbólico. La propiedad de una criptodivisa está representada por fichas fungibles. La propiedad de artículos no comercializados, como las obras de arte, está representada por fichas no fungibles (NFT). En esta venta de 69 millones de dólares, el comprador y el vendedor intercambiaron esencialmente tokens.
"En esta venta de 69 millones de dólares, el comprador y el vendedor intercambiaron esencialmente tokens".
Tras la venta, la cadena de blockchain registró el cambio de propiedad. Más ventas en el camino, más bloques registrando los cambios. Y así la cadena continúa. Simple y rastreable.
Pero si nos fijamos en los detalles, esta subasta no es un ejemplo de 69 millones de dólares para los puristas de las finanzas descentralizadas (DeFi).
La subasta fue facilitada por una casa de subastas tradicional con siglos de antigüedad. Y el artista, aparentemente preocupado por la volatilidad de la criptomoneda, convirtió rápidamente los ingresos de la moneda digital en dólares estadounidenses.
Puede que estos dos detalles no llamen mucho la atención de los medios de comunicación, pero deberían llamar la atención de la mayoría de las instituciones que participan en la facilitación de las transacciones financieras. La implicación de un titular identificable y centralizado y la desconfianza hacia las criptomonedas descentralizadas ofrecen a los bancos la oportunidad de intervenir para proporcionar confianza como participantes valiosos en un ecosistema DeFi.
La transacción de 69 millones de dólares ha suscitado una gran expectación. El hecho de que el valor total de los activos bloqueados en DeFi se haya multiplicado por 250 en 18 meses, pasando de unos 1.000 millones de dólares a mediados de 2020 a un máximo de 250.000 millones de dólares a finales de 2021, ha elevado el nivel de exigencia.
Este documento explora lo que está en juego para los bancos y cómo pueden aprovechar la oportunidad.